Friday, December 2, 2016

Retos y perspectivas ante la globalización


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A partir de todo lo anterior, ahora podemos presentar los retos que tiene la ética. Recordemos que uno de los significados antiguos de la palabra ética era forma de vida. Pues bien, la globalización no es sólo un asunto económico ni tecnocientífico, propone una forma de vida, por lo tanto encierra un contenido ético. ¿Y cómo medir el valor ético de esta propuesta de vida? Utilizaré el criterio de la felicidad, entendida como plenitud de la vida humana. ¿Esta forma de vida que nos trae la globalización nos hace felices, permite nuestra plenitud como humanos? Veamos los retos que tiene que superar la globalización si es que queremos darle otra dirección:

a) Dado que el eje central de la globalización es económico, éste se presenta con una clara desvalorización de lo humano, donde los pueblos son condenados a la pobreza para mantenerse en un sistema económico que poco le interesa las necesidades humanas. Hasta ahora la injusticia (que ocasiona violencia) es el talón de Aquiles de esta globalización. 

b) Al adaptarse a la “cultura internacional“, las personas pierden su historia y tradición, convirtiéndose en seres individualistas y anónimos, relegando lo ético a un asunto personal. El espacio público ya no se siente indispensable para una vida ética. Aún la Internet no crea espacios humanos sino virtuales y la vida tiende a atomizarse aún más. Huimos del encuentro con el prójimo (o próximo) para refugiarnos símbolos y comunicaciones impersonales. 


c) Los individuos al ingresar a esta cultura global quedan ante el dilema de aceptar los valores que difunde la monocultura global, o sufrir un “nihilismo pasivo” (Nietzsche), es decir una vida vacía. Salir de esta cultura global puede llevar o a rescatar lo mejor de la cultura occidental (democracia, derechos humanos, fraternidad, etc.), o revalorar sus culturas propias, o crear su propio mundo cultural.

d) Existe la necesidad de seguir repensando la relación igualdad y alteridad. Si bien es cierto que la igualdad practicada por occidente ha desembocado en una tendencia a la homogeneización, no podemos eliminar este concepto ni de la práctica ni de la teoría ética. Asimismo, reconocemos la importancia de la reflexión de Lévinas porque ha puesto de relieve la consideración del Otro como infinito, al cual no podemos pretender coger con nuestra subjetividad, pero eso no puede llevarnos a olvidar nuestra común humanidad. Necesitamos filosofías que piensen nuestra humanidad a partir de nuestras diferencias y nuestra diversidad a partir de nuestra humanidad.

Resultado de imagen para retos de la globalizacione) Dada la significación de la cultura en la vida humana y del peligro que existe ante la homogeneización, siempre es necesario “valorar la cultura como un derecho individual y social” (Jaime Astudillo), sacándola de simple ornamento o mercancía en que se está convirtiendo. Aprender a leer nuestras tradiciones desde una visión cosmopolita que nos permita revisar nuestros conceptos de democracia, economía, familia, relación con la naturaleza, etc. En otras palabras, los grandes problemas globales deben llevarnos a ver nuestras respuestas culturales, tanto para evaluarlas como para dinamizarlas. Y elemento central de la dinámica de toda cultura debe ser el discernimiento o crítica tanto en su doble acepción: como indagación como cuestionamiento. Repensar áreas como al educación, la política, la espiritualidad, la ecología, los asuntos familiares, la comunicación, las economías alternativas, los problemas y derechos de las mujeres, los derechos humanos, etc.

f) Esta “monocultura global” se debate en una grave dilema ético: por un lado no permite una praxis ética debido a las formas económicas y el deterioro del medio ambiente; pero por otro lado no puede encontrar soluciones si no son éticas, por eso la reflexión ética de los filósofos europeos y norteamericanos. Y como no podemos esperar las soluciones éticas, tenemos que darlas desde nuestros espacios culturales. 

g) Por último, necesitamos que la cultura no se convierta en una máscara y que el ser humano pueda encontrarse a sí mismo. La expresión "conócete a ti mismo", que ha sido formulado en diversas culturas, está indicando directamente a la mente y el corazón del ser humano. Por eso, la ética del "conócete a ti mismo" puede tomar diversas formas culturales. La ética del conocimiento de sí mismo no una fórmula, sino una vivencia.


Estamos en un grave dilema, porque pensar tanto en términos de una moral universal como no pensar en esos términos, ambas posibilidades son autodestructivas. Un camino sensato, que ya diferentes pensadores están siguiendo es una vía media: rechazar los aspectos negativos de la monocultura global, reconocer los aspectos positivos de la cultura occidental, revalorar las tradiciones éticas y realizar un diálogo más productivo entre las distintas culturas. 

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¿Cómo vivir en comunidad cristiana y en vida sacramental?

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No resulta fácil trazar una radiografía de la comunidad cristiana, tal como aparece en los escritos del Nuevo Testamento. En primer lugar, porque no existe una comunidad, sino una red de comunidades; no existe un modelo único de vida y organización comunitaria, sino una pluriformidad, según las circunstancias y los lugares. En segundo lugar, los autores del NT no pretenden hacer una reflexión sobre la vida comunitaria, sino que quieren responder sólo a algunos problemas concretos de la vida comunitaria, sin tratarlos todos. En tercer lugar, los autores del evangelio de Mateo, de los Hechos de los Apóstoles, de las cartas paulinas, de la carta a los Hebreos, tienen una experiencia de Cristo sensiblemente distinta unos de otros, por lo que parten de teologías diversas a la hora de afrontar los problemas comunitarios y de proponer soluciones. En cuarto lugar, porque habiendo nacido los textos del NT en contextos diferentes y como respuesta a cuestiones diversificadas, es difícil casarlos entre sí, obviando, por una parte las inevitables repeticiones y, por otra, rellenando las lagunas. 
Resultado de imagen para comunidad cristianaSeñalada la dificultad, intentaremos, con todo, acabar el presente articulo con un intento de sistematización de la teología comunitaria que atraviesa el conjunto de los textos comentados, con la perspectiva de que nos aporte alguna pauta a tener en cuenta en nuestras comunidades actuales.


  1. Carácter sacramental de la comunidad. “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos’ afirma Jesús en el evangelio de Mateo. Jesús garantiza su presencia en la comunidad, si ésta lo es "en nombre” suyo. La comunidad cristiana es así el signo sacramental de la continuidad de la presencia del Resucitado en cada generación.
  2. Hospitalidad. Es una exhortación que hemos visto repetida. Dado el carácter itinerante de numerosos misioneros del Evangelio en la edad apostólica, y la comunicación entre las comunidades mediante el envío de hermanos de unas a otras, la hospitalidad supone la acogida de esos misioneros y de esos hermanos en las casas cristianas, supone el escuchar sus enseñanzas y sus noticias, supone el proveer para la continuación de su viaje, o su regreso a casa. La hospitalidad, nuestras comunidades supone la acogida de hermanos y de colaboradores, de jóvenes y destinatarios del Evangelio, de personas de otras razas o culturas que llaman a nuestras puertas.
  3. Acogida del Reino. Es esta una actitud individual y, a la vez, comunitaria. Para entrar en el Reino hay que tener el corazón de un niño, saberse en manos de Dios. Ello genera una confianza radical en Dios y una dependencia filial de Él, a la vez que excluye, de la relación comunitaria, considerarse más importante que otros, o bien evitar altanerías y autosuficiencias frente a los hermanos, particularmente los más sencillos.
  4. Unión fraterna. Es éste uno de los aspectos en que más insisten los autores del NT, quizá porque es uno de los más difíciles de alcanzar, ya que constituye una meta permanente de toda comunidad. La unión fraterna se expresa en la unanimidad, que no significa pensar todos igual, sino en “sentir’ con un solo corazón y una sola alma.
  5. Solidaridad. Este aspecto se halla en dependencia del anterior, pero va más allá. En la comunidad apostólica sus miembros comparten sus penas y sus alegrías, se sienten solidarios con las necesidades unos de otros, de manera que comparten lo que tienen, y se ayudan mutuamente a sobrellevar sus cargas personales y familiares. De ahí la prevención de algunos autores del NT frente a la avaricia, que impiden compartir y, por ello, separa de la comunidad.
  6. El respeto, la corrección fraterna y el perdón. Las relaciones fraternas en el interior de las comunidades apostólicas conocieron también la debilidad y el conflicto. Por ello, los autores neo-testamentarios, llenos de realismo y de sentido común, insisten en el respeto hacia los hermanos más débiles en su fe: evitando por una parte el desprecio y, por otra, el escándalo, es decir aquella conducta que pueda apartar al hermano la fe en Cristo o de su pertenencia a la comunidad.
  7. La fracción del pan y la oración. La fracción del pan es el gesto sacramental de la presencia de Cristo en la comunidad apostólica; una presencia que sostiene la vida de la comunidad e impulsa hacia la misión. La oración de la comunidad apostólica es a la vez alabanza e intercesión. Alabanza por la obra de Dios que se va realizando en la vida de la comunidad y en la de las personas que la rodean.
  8. Respeto hacia los dirigentes. Este aspecto lo hemos encontrado en la carta a los Hebreos. El autor invita a los miembros de la comunidad a respetar a los dirigentes, a imitar su vida y su fe, y a facilitarles la tarea animadora evitando de ponerles trabas.
  9. Perseverancia en la tribulación. Los escritos neo-testamentarios nos hablan directa o indirectamente de la vida de las comunidades que en este momento están sufriendo persecución por parte de las sinagogas judías o por parte de las autoridades romanas. El peligro de secesión de miembros poco convencidos de las comunidades es alto. Por ello hemos encontrado la llamada a la paciencia y a la perseverancia en la tribulación, o bien la felicitación por esa fidelidad en la tribulación. En medio de la tribulación, la comunidad apostólica vive la alegría por la esperanza; una esperanza que, como hemos dicho, relativiza la situación presente.
  10. Testimonio de la Resurrección. Los apóstoles y la comunidad apostólica dan testimonio de la Resurrección de Cristo mediante signos eficaces. Liberando a endemoniados, curando a enfermos, resucitando a difuntos, hablando con libertad frente al Sanedrín.
  11. Significatividad de la comunidad. Las comunidades cristianas, aunque perseguidas por las autoridades judías o romanas, gozaban de aprecio entre las clases populares: ‘eran bien vistos por todos’, generaliza el autor de Hechos. Hoy lo decimos con una expresión más difícil: eran significativas, por su coherencia de vida con el Evangelio y por el testimonio que daban de él.  

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Al final de nuestro recorrido, la comunidad apostólica nos aparece como sacramento de la presencia del Resucitado, que acoge la presencia del Reino con un corazón de niño; que vive en continua fidelidad al Evangelio, con unión fraterna y solidaridad entre sus miembros, acogiendo a los forasteros, respetando a los débiles, corrigiendo a los caídos, y perdonando a todos; que se reúne asiduamente para la fracción del pan y para la oración; que soluciona sus conflictos con el diálogo que busca el consenso; que respeta a los dirigentes y se mantiene fiel en la tribulación; que testimonia la Resurrección con signos eficaces que la hacen significativa en su ambiente. 
La comunidad apostólica es así casa de comunión en un mundo dividido y fragmentado, y es para nosotros una escuela de comunión que nos impulsa a hacer de nuestra vida fraterna, hoy también, un signo sencillo pero eficaz de la presencia del Resucitado en nuestro mundo

La Personalidad de Jesús

Para comprender a fondo el mensaje de Jesús no basta conocer lo que él dijo y lo que él hizo. Además de eso, es necesario saber quién fue Jesús de Nazaret. Es decir, se trata de comprender no sólo sus palabras y sus obras, sino especialmente su personalidad.
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Muchas personas tienen una determinada imagen de Jesús, la imagen que mejor encaja con sus inclinaciones personales y con la propia manera de ver la vida. Por eso unos se imaginan a Jesús como una especie de ser celestial y divino, que poco tiene que ver con lo que es un hombre de carne y hueso. Mientras que otros, por el contrario, se figuran a Jesús como si hubiera sido un revolucionario sociopolítico o un anarquista subversivo, que pretendió luchar contra la dominación romana en Palestina. Evidentemente, Jesús no pudo ser ambas cosas. Lo cual quiere decir que por un lado o por otro se falsea la imagen de Jesús. Pero lo más grave, en este asunto, no es que se falsifique la imagen de Jesús. Lo más importante es que esa imagen falsificada determina de manera decisiva la espiritualidad de las personas y su propia comprensión fundamental del cristianismo. Por eso hay quienes sólo piensan en el dulce Jesús del sagrario, que les consuela en su intimidad y les mantiene alejados de las preocupaciones del mundo. Mientras que en el extremo opuesto están los que sólo tienen en su cabeza al Cristo luchador y violento que golpeaba con su látigo a los comerciantes del templo. He ahí dos espiritualidades diametralmente opuestas, basadas en dos cristologías también diametralmente contrarias.

Sabemos que la ley religiosa era la institución fundamental del pueblo judío. Este pueblo era, en efecto, el pueblo de la ley. Y su religión, la religión de la ley. De tal manera que la observancia de dicha ley se consideraba como la mediación esencial en la relación del hombre con Dios. Por eso violar la ley era la cosa más grave que podía hacer un judío. Hasta el punto de que una violación importante de la ley llevaba consigo la pena de muerte.
 Pues bien, estando así las cosas, el comportamiento de Jesús con relación a la ley se puede resumir en los siguientes cuatro puntos:

1) Jesús quebrantó la ley religiosa de su pueblo repetidas veces: al tocar a los leprosos (Mc 1,41 par), al curar intencionadamente en sábado (Mc 3,1-5 par; Lc 13,10-17; 14,1-6), al tocar los cadáveres (Mc 5,41 par; Lc 7,14).

2) Jesús permitió que su comunidad de discípulos quebrantase la ley religiosa y defendió a sus discípulos cuando se comportaron de esa manera: al comer con pecadores y descreídos (Mc 2,15 par), al no practicar el ayuno en los días fijados en la ley (Mc 2,18 par), al hacer lo que estaba expresamente prohibido en sábado (Mc 2,23 par), al no observar las leyes sobre la pureza ritual (Mc 7,11-23 par).

 3) Jesús anuló la ley religiosa, es decir, la dejó sin efecto y, lo que es más importante, hizo que la violación de la ley produjera el efecto contrario, por ejemplo al tocar a los leprosos, enfermos y cadáveres. Es llamativo, en este sentido, la utilización del verbo "tocar" (áptomai) en los evangelios (Mc 1,41 par; Mt 8,15; 14,36; Mc 3,10; 6,56; Lc 6,19; Mt 20,34; Mc 8,22; 7,33; 5,27.28.30.31 par; Lc 8,47). Las curaciones que hace Jesús se producen "tocando". Ahora bien, en todos estos casos, en lugar de producirse la impureza que preveía la ley (cf. Lev 13-15; 2Re 7,3; Núm. 19,11-14; 2Re 23,11s), lo que sucede es que el contacto con Jesús produce salud, vida y salvación.

4) Jesús corrigió la ley e incluso se pronunció expresamente en contra de ella en más de una ocasión: al declarar puros todos los alimentos (Mc 7,19) y cuando anuló de manera terminante la legislación de Moisés sobre el privilegio que tenía el varón para separarse de la mujer (Mc 10,9 par).

 La libertad de Jesús frente a la ley contiene para nosotros una enseñanza fundamental: el bien del hombre está antes que toda ley positiva. De tal manera que ese bien del hombre tiene que ser la medida de nuestra libertad. Así fue para Jesús. Y así tiene que ser también para todos los que creemos en él.

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En la sociedad y en el tiempo de Jesús, marginados propiamente tales eran los marginados por causa de la religión. A esta categoría de personas pertenecían muchos ciudadanos de Israel: los que no tenían un origen legítimo, como eran los hijos ilegítimos de sacerdotes, los prosélitos (paganos convertidos al judaísmo), los esclavos emancipados, los bastardos, los esclavos del templo; los hijos de padre desconocido, los expósitos; los que ejercían oficios despreciados, como eran los arrieros de asnos, los que cuidaban de los camellos, los cocheros, los pastores, los tenderos, los carniceros, los basureros, los fundidores de cobre, los curtidores, los recaudadores de contribuciones, etc.; pero especialmente se consideraban como impuros, y, por tanto, eran marginados, los "pecadores", prostitutas y publicanos, y los que padecían ciertas enfermedades, sobre todo los leprosos; además eran también fuertemente marginados los samaritanos y los paganos en general. Como se ve, mucha gente, gran cantidad del pueblo estaba "manchada" de ilegitimidad por una razón o por otra.

Otra vez aquí el comportamiento de Jesús tuvo que resultar, en aquella sociedad, sorprendente, provocativo y escandaloso. Los evangelios nos informan abundantemente en este sentido. Cuando le preguntan a Jesús si era él el que tenía que venir (Mt 11,3 par), ofrece la siguiente respuesta: "Los ciegos ven y los rengos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia" (Mt 11,5 par).
 Aquí se debe destacar la acción sobre los leprosos, porque ellos eran los más marginados entre los marginados, hasta el punto de que no podían ni tratar con el resto de la gente, ni siquiera vivir en las ciudades, de tal manera que tenían que pasar la vida a la intemperie.

Cuando Jesús anuncia su programa (Mt 11,5; Lc 4,18), indica que su ministerio y su tarea preferente se dirige a los cojos, ciegos, sordos, leprosos, pobres, cautivos y oprimidos. Lo que Jesús hace con estas gentes no es una simple labor de beneficencia. Es verdad que Jesús exige, a los que le van a seguir, que den sus bienes a los pobres (Mc 10,21 par; Mt 9,20.22; Le 5,11.18; 18,28; Mt 19,27); y se sabe que en la comunidad de Jesús existía esta práctica (Mc 14,5.7; Jn 13,29; cf. Lc 19,8). Pero la acción de Jesús va mucho más lejos: se trata de que los pobres y desgraciados de la tierra son los privilegiados en el Reino. Teniendo en cuenta que, en todos estos casos, no se trata de pobres "de espíritu" (ricos con el corazón despegado de tos bienes), sino de pobres reales, las gentes más desgraciadas de la sociedad. En el banquete del reino de Dios entran "los pobres, los lisiados, los ciegos y los rengos", no además de los que tienen campos y yuntas de bueyes, sino en lugar de ésos (Le 14,15-24). Y Jesús recomienda que cuando se dé un banquete, se invite precisamente a los pobres (Lc 14,12-14), es decir, con ellos es con quienes debe estar nuestra solidaridad. Por lo demás, sabemos que Jesús proclama dichosos a los pobres (Mt 5,3; Le 6,20). Pero en este caso se trata de los discípulos que toman la opción de compartir con los demás.

 Si ahora hacemos un balance de todo lo dicho, el resultado es ver con claridad la sorprendente personalidad de Jesús. Esta personalidad está marcada por tres características: su originalidad, su radicalidad y su coherencia. La originalidad de Jesús se advierte claramente si se tiene en cuenta que él no se adaptó ni se pareció a ninguno de los modelos existentes en aquella sociedad. Me refiero a los modelos establecidos de acercamiento a Dios. El, en efecto, no fue funcionario del templo (sacerdote), ni piadoso observante de la ley (fariseo), ni asceta del desierto (esenio), ni revolucionario violento en la lucha contra la dominación romana (zelota). Jesús rompe con todos los esquemas, salta por encima de todos los convencionalismos. no se dedica a imitar a nadie. De tal manera que su personalidad es irreductible a cualquier modelo humano. Esta originalidad tiene su razón de ser en el profundo misterio de Jesús. Porque en él es Dios mismo quien se manifiesta y quien se da a conocer. "Quien me ve a mí está viendo al Padre" (Jn 14,9). Ver a Jesús es ver a Dios. Por eso, en la medida en que Dios es irreductible a cualquier modelo humano, en esa misma medida Jesús rompe todos los esquemas y está por encima de todos los modelos preestablecidos. Y ésa es la razón por la que Jesús nos sorprende constantemente y hasta nos desconcierta con demasiada frecuencia. Es mas, si Jesús no nos desconcierta ni nos sorprende, seguramente es que hemos intentado adaptarlo a nuestros esquemas simplemente humanos, a nuestros sistemas de interpretación y a nuestros convencionalismos. Todo encuentro auténtico con Jesús comporta la sorpresa y hasta el desconcierto. Porque su originalidad es absolutamente irreductible a todo lo que nosotros podemos saber y manejar
Y por último, su coherencia. Me refiero a la coherencia con el plan de Dios. Todo en Jesús fue coherente porque todo estuvo en él determinado por su profunda experiencia de Dios, hasta el punto de que Dios mismo se reveló en Jesús, en su persona, en su vida y en sus actos. En los hombres muchas veces falla esta coherencia. Porque se entregan a Dios de tal manera que eso entra en conflicto con el bien del hombre (a veces se ha llegado a torturar y matar por fidelidad a Dios); o por el contrario, se entregan a ciertas causas humanas olvidándose de Dios y marginando a Dios. En Jesús nada de esto ocurrió: él fue absolutamente fiel al Padre y absolutamente fiel al hombre. Una fidelidad le llevó a la otra. Porque sabía muy bien que cuando una de esas dos fidelidades falla, se termina absolutizando lo relativo, lo cual es tanto como caer en el fanatismo y quizá en la barbarie.


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Diversidad de religiones y visión cristiana

América se ha convertido en un símbolo de esperanza para muchos grupos religiosos. los cálculos aproximados sugieren que hay más de 1,500 organizaciones religiosas en América. 
Algunas de estas religiones, tales como el Cristianismo y el Judaísmo, tienen una larga tradición. Otras, como el Hinduismo, el Budismo y el Islam son manifestaciones más recientes. 
El siglo XX ha sido testigo de la mayor afluencia de grupos religiosos a los Estados Unidos, y muchas de estas "nuevas" religiones consideran a América para ser su campo misionero inicial. 
Las religiones del mundo han sido clasificadas en dos categorías: el Lejano Oriente y el Oriente Medio. El Hinduismo y el Budismo se originaron en la India, mientras que el Judaísmo, el Cristianismo, y el Islam se originaron en el Oriente Medio


1. HINDUISMO. 

  • Se inició alrededor del año 2000 A.C. No tiene un fundador único y es la más diversificada de todas las religiones principales del mundo. 
  • La mayoría de los hindúes son politeístas. 
  • La diversidad dentro del hinduismo da cabida a otros conceptos, incluyendo el monoteísmo, henoteísmo (un dios entre muchos) y al monismo (sólo existe una realidad eterna y todo lo demás proviene de ella). 
  • Los dioses más populares son Shiva, Brahma, y Vishnu, que han venido a la tierra en varias encarnaciones (avatares) para ayudar a los seres humanos.
  • Muchas de sus creencias y prácticas pueden encontrarse en los Vedas y Upanishads. El primero es una colección de tradiciones orales, mientras que el segundo es un apéndice y una síntesis de los Vedas. 
  • El mundo es una ilusión, el objetivo de la humanidad es liberar al alma de nuevos nacimientos y de ser absorbida por el principio máximo, llamado Brahamán. Un concepto principal en el pensamiento hindú es el karma, la idea de que los actos, pensamientos y acciones tienen un impacto en el destino futuro. La acumulación de karma negativo conduce a la reencarnación.
  • Existen tres caminos principales a la salvación. El Karma Marga es una forma de obras o ritual. El Jnana Marga, que representa una forma de conocimiento a través de la intuición mística. El Bhakti Marga, es el camino más popular, es la devoción a uno de los dioses o diosas hindúes.




2. BUDISMO
  •  Se inició como un movimiento dentro del Hinduismo a través de los esfuerzos de Siddhartha Gautama (nacido en el año 563 A.C.), quien estaba insatisfecho con las respuestas del hinduismo a los problemas de la vida. Más tarde, fue llamado Buda ("el iluminado").
  • La salvación se define como alcanzar el Nirvana, la terminación del ciclo de volver a nacer continuamente.
  • Después de la muerte de Buda, la religión se dividió en dos escuelas de pensamiento. Theravadas, que prevalece en Burma y en Tailandia, esta escuela reconoce a Buda como un gran maestro, pero cree que la salvación se alcanza al vivir como un monje. Los Mahayanas, el grupo más grande y predominante en Corea, China, y Japón, elevaron a Buda al estatus de salvador. Confiar en Buda como salvador permite a las personas alcanzar la salvación. La mayoría de los budistas no creen en la vida después de la muerte.




3. JUDAÍSMO
  • Tiene su origen en Abraham, quien vivió en el Oriente Medio alrededor del año 2000 A.C. El judaísmo se enfoca en la adoración al único Dios.
  • Fue la primera religión en el mundo que adoptó la creencia de que sólo hay un Dios. Dios es visto como amoroso, personal y bueno en Su creación del universo y en Su trato con la humanidad. Los seres humanos fueron creados a Su imagen y fueron destinados a adorarle a Él. Los judíos creen que son el Pueblo escogido de Dios para dar a conocer Su verdad al mundo.
  • La escritura sagrada del Judaísmo es la Tora (El Antiguo Testamento), que detalla, en un contexto histórico, la voluntad de Dios. Los Diez Mandamientos son la base para servir a Dios y para relacionarse con los demás. Los judíos también siguen el Talmud, una colección de interpretaciones rabinas de la Tora. La salvación llega al seguir la voluntad de Dios y al cumplir con Sus mandamientos.
  •  El cumplimiento del Sabbath es la base para el culto Judío. Las 24 horas desde la puesta de sol del viernes hasta el atardecer del sábado es designado como tiempo de adoración y descanso del trabajo.
  •   Los judíos contemporáneos rinden culto en las sinagogas, donde los rabinos leen y exponen sobre la Tora. Los grupos judíos principales actualmente incluyen a los ortodoxos, conservadores y reformados.
  •  Los dos eventos principales que han influenciado a los judíos en el siglo veinte son: el holocausto - la destrucción de millones de judíos por los Nazis - y la reconstitución de Israel en 1948.


4. CRISTIANISMO
  • Tuvo sus orígenes con Jesús de Nazaret, llamado el Cristo, porque Él es considerado el Mesías que traería la salvación al mundo.
  •  Los cristianos son Trinitarios. Creen que hay un sólo Dios. Pero también creen que Dios se ha revelado a Sí mismo como tres personas -el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Como en el Judaísmo, la creación, la historia y la humanidad tienen un gran propósito y fueron creadas por un Dios amoroso.
  • Las Escrituras del Cristianismo son el Antiguo y el Nuevo Testamento, que contienen la voluntad de Dios para la humanidad.
  •  La salvación es un regalo de Dios. Debido al pecado, nadie es digno de tener una relación con Dios o de ir al cielo. Jesús dio su vida en la cruz como substituto de la humanidad.
  •  Uno debe aceptar a Jesús como Salvador y Señor y creer que Él experimentó la muerte y la resurrección. Para aquellos que confían en Cristo, la salvación les asegura una relación con Dios y un lugar en el cielo.


5. ISLAMISMO
  • Es una de las más recientes religiones del mundo, comenzó con el trabajo de Mahoma en el año (570-632 D.C.) en lo que actualmente es Arabia Saudita.
  •  . El Islam tiene similitudes con el Judaísmo y el Cristianismo, particularmente en su creencia monoteísta. Las diferencias con el Cristianismo incluyen el rechazo a la Trinidad y la negación de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús. Sin embargo, creen que Jesús fue un gran profeta.
  • La escritura del Islam es llamada el Corán, la palabra de Dios dictada a Mahoma.
  • La vida es para vivirse en subordinación a la voluntad de Dios. La vida devota se centra en la confesión: "No existe otro Dios sino Alá, y Mahoma es el mensajero de Alá." Otras actividades incluyen el ayuno durante el Ramadán, orar cinco veces al día, peregrinar a la ciudad santa de La Meca en Arabia Saudita, y dar limosna. 

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