A partir de todo lo anterior, ahora podemos presentar
los retos que tiene la ética. Recordemos que uno de los significados antiguos de la
palabra ética era forma de vida. Pues bien, la globalización no es sólo un asunto
económico ni tecnocientífico, propone una forma de vida, por lo tanto encierra un contenido
ético. ¿Y cómo medir el valor ético de esta propuesta de vida? Utilizaré el criterio de
la felicidad, entendida como plenitud de la vida humana. ¿Esta forma de vida que nos
trae la globalización nos hace felices, permite nuestra plenitud como humanos? Veamos
los retos que tiene que superar la globalización si es que queremos darle otra dirección:
a) Dado que el eje central de la globalización es económico, éste se presenta con una
clara desvalorización de lo humano, donde los pueblos son condenados a la pobreza
para mantenerse en un sistema económico que poco le interesa las necesidades
humanas. Hasta ahora la injusticia (que ocasiona violencia) es el talón de Aquiles de esta
globalización.
b) Al adaptarse a la “cultura internacional“, las personas pierden su historia y tradición,
convirtiéndose en seres individualistas y anónimos, relegando lo ético a un asunto personal.
El espacio público ya no se siente indispensable para una vida ética. Aún la Internet
no crea espacios humanos sino virtuales y la vida tiende a atomizarse aún más.
Huimos del encuentro con el prójimo (o próximo) para refugiarnos símbolos y comunicaciones
impersonales.
c) Los individuos al ingresar a esta cultura global quedan ante el dilema de aceptar los valores que difunde la monocultura global, o sufrir un “nihilismo pasivo” (Nietzsche), es decir una vida vacía. Salir de esta cultura global puede llevar o a rescatar lo mejor de la cultura occidental (democracia, derechos humanos, fraternidad, etc.), o revalorar sus culturas propias, o crear su propio mundo cultural.
d) Existe la necesidad de seguir repensando la relación igualdad y alteridad. Si bien es
cierto que la igualdad practicada por occidente ha desembocado en una tendencia a la
homogeneización, no podemos eliminar este concepto ni de la práctica ni de la teoría
ética. Asimismo, reconocemos la importancia de la reflexión de Lévinas porque ha puesto
de relieve la consideración del Otro como infinito, al cual no podemos pretender coger
con nuestra subjetividad, pero eso no puede llevarnos a olvidar nuestra común humanidad.
Necesitamos filosofías que piensen nuestra humanidad a partir de nuestras diferencias
y nuestra diversidad a partir de nuestra humanidad.
e) Dada la significación de la cultura en la vida humana y del peligro que existe ante la
homogeneización, siempre es necesario “valorar la cultura como un derecho individual y
social” (Jaime Astudillo), sacándola de simple ornamento o mercancía en que se está
convirtiendo. Aprender a leer nuestras tradiciones desde una visión cosmopolita que nos
permita revisar nuestros conceptos de democracia, economía, familia, relación con la
naturaleza, etc. En otras palabras, los grandes problemas globales deben llevarnos a ver
nuestras respuestas culturales, tanto para evaluarlas como para dinamizarlas. Y
elemento central de la dinámica de toda cultura debe ser el discernimiento o crítica tanto
en su doble acepción: como indagación como cuestionamiento. Repensar áreas como al
educación, la política, la espiritualidad, la ecología, los asuntos familiares, la comunicación,
las economías alternativas, los problemas y derechos de las mujeres, los
derechos humanos, etc.
f) Esta “monocultura global” se debate en una grave dilema ético: por un lado no permite
una praxis ética debido a las formas económicas y el deterioro del medio ambiente; pero
por otro lado no puede encontrar soluciones si no son éticas, por eso la reflexión ética de
los filósofos europeos y norteamericanos. Y como no podemos esperar las soluciones
éticas, tenemos que darlas desde nuestros espacios culturales.
g) Por último, necesitamos que la cultura no se convierta en una máscara y que el ser
humano pueda encontrarse a sí mismo. La expresión "conócete a ti mismo", que ha sido
formulado en diversas culturas, está indicando directamente a la mente y el corazón del
ser humano. Por eso, la ética del "conócete a ti mismo" puede tomar diversas formas
culturales. La ética del conocimiento de sí mismo no una fórmula, sino una vivencia.
Estamos en un grave dilema, porque pensar tanto en términos de una moral universal
como no pensar en esos términos, ambas posibilidades son autodestructivas. Un camino
sensato, que ya diferentes pensadores están siguiendo es una vía media: rechazar los
aspectos negativos de la monocultura global, reconocer los aspectos positivos de la
cultura occidental, revalorar las tradiciones éticas y realizar un diálogo más productivo
entre las distintas culturas.
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