Friday, December 2, 2016

¿Cómo vivir en comunidad cristiana y en vida sacramental?

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No resulta fácil trazar una radiografía de la comunidad cristiana, tal como aparece en los escritos del Nuevo Testamento. En primer lugar, porque no existe una comunidad, sino una red de comunidades; no existe un modelo único de vida y organización comunitaria, sino una pluriformidad, según las circunstancias y los lugares. En segundo lugar, los autores del NT no pretenden hacer una reflexión sobre la vida comunitaria, sino que quieren responder sólo a algunos problemas concretos de la vida comunitaria, sin tratarlos todos. En tercer lugar, los autores del evangelio de Mateo, de los Hechos de los Apóstoles, de las cartas paulinas, de la carta a los Hebreos, tienen una experiencia de Cristo sensiblemente distinta unos de otros, por lo que parten de teologías diversas a la hora de afrontar los problemas comunitarios y de proponer soluciones. En cuarto lugar, porque habiendo nacido los textos del NT en contextos diferentes y como respuesta a cuestiones diversificadas, es difícil casarlos entre sí, obviando, por una parte las inevitables repeticiones y, por otra, rellenando las lagunas. 
Resultado de imagen para comunidad cristianaSeñalada la dificultad, intentaremos, con todo, acabar el presente articulo con un intento de sistematización de la teología comunitaria que atraviesa el conjunto de los textos comentados, con la perspectiva de que nos aporte alguna pauta a tener en cuenta en nuestras comunidades actuales.


  1. Carácter sacramental de la comunidad. “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos’ afirma Jesús en el evangelio de Mateo. Jesús garantiza su presencia en la comunidad, si ésta lo es "en nombre” suyo. La comunidad cristiana es así el signo sacramental de la continuidad de la presencia del Resucitado en cada generación.
  2. Hospitalidad. Es una exhortación que hemos visto repetida. Dado el carácter itinerante de numerosos misioneros del Evangelio en la edad apostólica, y la comunicación entre las comunidades mediante el envío de hermanos de unas a otras, la hospitalidad supone la acogida de esos misioneros y de esos hermanos en las casas cristianas, supone el escuchar sus enseñanzas y sus noticias, supone el proveer para la continuación de su viaje, o su regreso a casa. La hospitalidad, nuestras comunidades supone la acogida de hermanos y de colaboradores, de jóvenes y destinatarios del Evangelio, de personas de otras razas o culturas que llaman a nuestras puertas.
  3. Acogida del Reino. Es esta una actitud individual y, a la vez, comunitaria. Para entrar en el Reino hay que tener el corazón de un niño, saberse en manos de Dios. Ello genera una confianza radical en Dios y una dependencia filial de Él, a la vez que excluye, de la relación comunitaria, considerarse más importante que otros, o bien evitar altanerías y autosuficiencias frente a los hermanos, particularmente los más sencillos.
  4. Unión fraterna. Es éste uno de los aspectos en que más insisten los autores del NT, quizá porque es uno de los más difíciles de alcanzar, ya que constituye una meta permanente de toda comunidad. La unión fraterna se expresa en la unanimidad, que no significa pensar todos igual, sino en “sentir’ con un solo corazón y una sola alma.
  5. Solidaridad. Este aspecto se halla en dependencia del anterior, pero va más allá. En la comunidad apostólica sus miembros comparten sus penas y sus alegrías, se sienten solidarios con las necesidades unos de otros, de manera que comparten lo que tienen, y se ayudan mutuamente a sobrellevar sus cargas personales y familiares. De ahí la prevención de algunos autores del NT frente a la avaricia, que impiden compartir y, por ello, separa de la comunidad.
  6. El respeto, la corrección fraterna y el perdón. Las relaciones fraternas en el interior de las comunidades apostólicas conocieron también la debilidad y el conflicto. Por ello, los autores neo-testamentarios, llenos de realismo y de sentido común, insisten en el respeto hacia los hermanos más débiles en su fe: evitando por una parte el desprecio y, por otra, el escándalo, es decir aquella conducta que pueda apartar al hermano la fe en Cristo o de su pertenencia a la comunidad.
  7. La fracción del pan y la oración. La fracción del pan es el gesto sacramental de la presencia de Cristo en la comunidad apostólica; una presencia que sostiene la vida de la comunidad e impulsa hacia la misión. La oración de la comunidad apostólica es a la vez alabanza e intercesión. Alabanza por la obra de Dios que se va realizando en la vida de la comunidad y en la de las personas que la rodean.
  8. Respeto hacia los dirigentes. Este aspecto lo hemos encontrado en la carta a los Hebreos. El autor invita a los miembros de la comunidad a respetar a los dirigentes, a imitar su vida y su fe, y a facilitarles la tarea animadora evitando de ponerles trabas.
  9. Perseverancia en la tribulación. Los escritos neo-testamentarios nos hablan directa o indirectamente de la vida de las comunidades que en este momento están sufriendo persecución por parte de las sinagogas judías o por parte de las autoridades romanas. El peligro de secesión de miembros poco convencidos de las comunidades es alto. Por ello hemos encontrado la llamada a la paciencia y a la perseverancia en la tribulación, o bien la felicitación por esa fidelidad en la tribulación. En medio de la tribulación, la comunidad apostólica vive la alegría por la esperanza; una esperanza que, como hemos dicho, relativiza la situación presente.
  10. Testimonio de la Resurrección. Los apóstoles y la comunidad apostólica dan testimonio de la Resurrección de Cristo mediante signos eficaces. Liberando a endemoniados, curando a enfermos, resucitando a difuntos, hablando con libertad frente al Sanedrín.
  11. Significatividad de la comunidad. Las comunidades cristianas, aunque perseguidas por las autoridades judías o romanas, gozaban de aprecio entre las clases populares: ‘eran bien vistos por todos’, generaliza el autor de Hechos. Hoy lo decimos con una expresión más difícil: eran significativas, por su coherencia de vida con el Evangelio y por el testimonio que daban de él.  

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Al final de nuestro recorrido, la comunidad apostólica nos aparece como sacramento de la presencia del Resucitado, que acoge la presencia del Reino con un corazón de niño; que vive en continua fidelidad al Evangelio, con unión fraterna y solidaridad entre sus miembros, acogiendo a los forasteros, respetando a los débiles, corrigiendo a los caídos, y perdonando a todos; que se reúne asiduamente para la fracción del pan y para la oración; que soluciona sus conflictos con el diálogo que busca el consenso; que respeta a los dirigentes y se mantiene fiel en la tribulación; que testimonia la Resurrección con signos eficaces que la hacen significativa en su ambiente. 
La comunidad apostólica es así casa de comunión en un mundo dividido y fragmentado, y es para nosotros una escuela de comunión que nos impulsa a hacer de nuestra vida fraterna, hoy también, un signo sencillo pero eficaz de la presencia del Resucitado en nuestro mundo

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